Lo poco que se puede saber de las cosas sublimes es
preferible a lo
mucho y cierto que podemos saber de las cosas
inferiores.[1]
Por
favor no estés ofendido por el título, pues me considero a mí mismo un miembro
del grupo de dummies, que no es un grupo de tontos o bobos, sino un grupo de
mudos. Puesto que yo también soy víctima
del horror de una “situación social [que] se deteriora de manera acumulativa,”[2]
“words don’t come easy,” ni en inglés ni en español.[3]
Ni modo, de un modo u otro, por medio de una
genialidad, una maravilla o un toque, intento “romper con la Babel de nuestro tiempo
con sus ‘[d]iscursos vacíos, palabras atropelladas, lapsus lingüísticos que
denotan siempre la verdad, estandartes sin escrúpulos.’”[4]
Para
bien o para mal soy un filósofo—es mi formación, es mi profesión. Sin embargo y al mismo tiempo, todavía me
falta, soy un dummy, quisiera crecer y llegar a ser un amante de Sofía[5]
en unos veinte o treinta años. A
diferencia del título existe hoy en día la vocación, o existía,[6]
de crecer, poco a poco, y llegar a ser un hombre culto, un sabio capaz de colaborar
eficiente y maravillosamente en el cuidar del pueblo de Morelia. Eso, creo yo, va a requerir paciencia,
humildad, y un toque especial para realizarse.[7]
Espero
que esta serie de reflexiones sea un pequeño paso hacia adelante. Voy a plantear algunas preguntas básicas sobre
la ética, y voy a profesar mi postura, cumpliendo de esta manera una de mis tareaa
como “profesionista.”[8] Las preguntas podrían servir para fomentar
una discusión, no solo entre eticólogos sino también entre otros profesionistas y
no-profesionistas involucrados en el proceso enseñanza-aprendizaje.
Les comparto una lista de preguntas de tipo "¿Tiene que ver?” y “¿Es?” No pretendo fomentar el pensamiento binario,
ni privilegiar un sistema axiomático que contenga todo lo demás;[9]
solo es una manera para proceder. Además
de “¡Claro que sí!” y “¡No es posible!” existe la respuesta: “Depende.” Mucho depende del significado de las palabras
y expresiones que componen las preguntas. [10]
[1] Tomás de Aquino, Suma teológica, parte Ia, Q. 1, a. 5, “La
doctrina sagrada, ¿es o no es superior a las otras ciencias?”
[2] Véase el penúltimo párrafo en James Gerard Duffy, “El Periodo Axial y el filosofar en el siglo XXI (parte 1)”.
[4] James Gerard Duffy, “La Babel de nuestros tiempos (parte 1)”
8 de octubre de 2012 y Beto Rojas, “Tiempos agitados en una democracia”
9 de septiembre de 2012.
[5] La palabra “filosofía” proviene del griego philos = amor y sofos =
sabiduría. De ahí se puede colegir que
filosofía significa “amor a la sabiduría” y el filósofo es aquella persona que
ama a la sabiduría. También véanse James
Gerard Duffy, “La Moda y la Misión (parte 2)”.
[6] Hoy en día la noción de la profesión como una “vocación” no tiene el
mismo sentido del siglo XVIII. En el
siglo XIX, con el devenir de la Revolución Industrial, las diversas profesiones
tuvieron que especializarse según la demanda, con habilidades y competencias
cada vez más específicas y especializadas.
La preparación estaba dirigida al trabajo y al desarrollo de la
producción. John Dewey, un filósofo
pragmático norteamericano, estableció el “learning by doing” y relacionó el
aprendizaje con la producción. Ahora,
con el devenir de la híper-especialización, cada profesional (incluso cada
investigador) se dedica a “lo suyo,” y por buena razón: o se especializa o se
muere de hambre. Véanse Rafael M.
Gasperín Gasperín y Susana M. Patiño González, “Las Profesiones Como Fenómeno
Social” en Dora Elvira García G. (coord.), Ética,
profesión y ciudadanía¸ México, Porrúa, 2006, pp. 29-48.
[7] Véase James Gerard Duffy, “La Babel de Nuestros Tiempos (Parte 1)” y “La Babel de Nuestros Tiempos (Parte 2)”.
[8] La palabra “profesión” se deriva del latín, con la preposición pro delante de, en presencia de, en público, y con el verbo fateor, que significa manifestar, declarar o proclamar. De estos vocablos surgen los sustantivos profesor y profesión (professio). La profesión es la acción y efecto de declarar, manifestar, o proclamar. Lamentablemente, la educación pone más énfasis en el discurso indirecto que en el discurso directo. Véase James Gerard Duffy, “Respondo, aquí me mantengo…”
[9] El proyecto está asociado con el esfuerzo del matemático David Hilbert (1862-1943) de encontrar un sistema axiomático.
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