sábado, 25 de septiembre de 2010

"All you need is love?"

¿Acaso es cierto que el amor es el todo? La pregunta me recuerda la canción “All you need is love” de los Beatles, además algunas otras canciones: “She Loves You,” “All My Loving,” “And I Love Her,” “Can’t Buy Me Love” y “Love Me Do.” ¿Cantaban los Beatles acerca de ágape? Esta es una pregunta interesante, pero no voy a intentar contestarla, sino más bien ofrecer una reflexión sobre el significado del amor ágape y el perdonar, su rol en el cristianismo y otras religiones mundiales, y el por qué es difícil amar con el amor de ágape.

C.S. Lewis, el autor de The Four Loves, distingue el amor de ágape (“caritas” en latín) de otros tres amores – philia, storge y eros. Philia (la amistad) es la escuela de la virtud y el más tranquil y racional de los amores. Con este amor, dos amigos dan la bienvenida a una tercera, y luego las tres dan la bienvenida a una cuarta. Con este amor, “¿Me amas?” significa “¿Ves el mismo mundo, sientes lo mismo, posees las mismas cosas?” Con el amor de storge (la afección), hay satisfacción sólo con estar juntos. Es el amor entre una madre y su bebe; entre hermanos que comparten tanta experiencias e intereses. Puede existir entre un par improbable, por ejemplo entre una joven lista y movida y el abuelo de una amiga. En el amor de eros, existe una preocupación del amando por el amado. Un síntoma de eros es que el amante prefería estar con el amado y miserable que estar sin el amado y contento. Eros no dura toda la vida, y cuando la luna de miel termina, tenemos que trabajar para mantener eros porque él no está presente.

Según Lewis, los tres amores pueden ser elevados en el amor de ágape, el amor que nos permite amar a los que parecen ser menos amables – ladrones, enemigos, locos, extraños, leprosos. Además, este amor (ágape) inculca en nosotros una aceptación de nuestra condición de ser dependientes y ser necesitados. Nos permite recibir el amor de otra persona cuando no creemos que nos lo merezcamos. De una manera, ágape trasciende los otros tres amores porque no es natural para una persona amar a otra de esa forma (por eso los teólogos lo llaman una “virtud sobrenatural”), y cualquier padre o madre que está esforzándose para amar a sus hijos de esta manera puede dar fe de que amar de esta manera requiere algo especial, algo extraordinario. ¿Qué es esto tan especial?

Dentro de la tradición cristiana un texto clásico que nos da una respuesta es la carta de Pablo a los Corintios donde dice que el amor (ágape) “es paciente y muestra comprensión… no tiene celos, no aparenta ni se envanece, no actúa con bajeza ni busca su propio interés, no se deja llevar por la ira y olvida lo malo…no se alegra de lo injusto, sino que se goza en la verdad. Perdura a pesar de todo, lo cree todo, lo espera todo y lo soporta todo.” (1 Corintios 13:4-7) Aquí vemos una descripción clara del extra que ágape nos pide. Por supuesto, perdurar a pesar de todo, creer todo, esperar todo y soportar todo no es nada fácil.

La relación entre ágape y el perdurar no es particular a la tradición cristiana. En su libro The History of Religions as a Preparation for the Co-operation of Religions, Friedrich Heiler identifica siete áreas de convergencia entre judaísmo, cristianismo, islam, hinduismo, budismo, taoísmo y zoroastrismo: (i) existe la realidad del trascendente, el otro, el divino; (ii) el divino, aunque trascendente, también es inmanente en los corazones de los seres humanos; (iii) el trascendente que es inmanente es lo más alto, la verdad, la bondad, la belleza; (iv) la realidad del transcendente es el amor, la misericordia, la compasión; (v) el camino al transcendente es sacrificar, disciplinarse, arrepentirse; (vi) este camino está relacionado íntimamente con el amor de sus propios, aun sus enemigos; (vii) el camino mejor hacia el transcendente es el amar.

Cuando el licenciado David Noel comentó acerca del contexto cultural opuesto a la cultura de la verdad, la comunicación, el perdonar y el amar (ágape), pensé en el artículo “El Hombre Light,” por Enrique Rojas, que leemos en la materia “Ética, persona y sociedad.” El perfil del hombre o la mujer “light” se describe por hedonismo, pragmatismo, un actitud de “todo vale,” “qué más da,” superficial, indiferente, permisivo y con un gran vacío. Rojas dice que nuestra cultura “light” es suave, ligera, carente de debates e inquietudes culturales, y nos dice que divertirse es igual a ser feliz. Por supuesto el amar no va a ser fácil para nosotros, hombres y mujeres “light.” Y, si somos honestos, la sexta y última etapa en la evolución del conocimiento moral de Kohlberg, en el cual la justificación última de mis acciones es su universalidad e incondicionalidad, asumidas personalmente no es fácil lograrse, y no se trata ya de obrar guiados por acuerdos responsablemente asumidos por una comunidad limitada. Lo difícil en el desarrollo del ser humano – que sea joven o mayor – es reconocer que la comunidad limitada puede ser la familia, las instituciones académicas, las instituciones religiosas, y/o el gobierno.

Tampoco, en nuestro tiempo pragmático, “racional,” y sumamente tecnológico, será fácil entender los rituales de la iniciación, comunes en sociedades de otros tiempos, en las cuales era un tío, un maestro, o un sabio los que asumían la responsabilidad de guiar el joven a través del desierto, donde el joven experimenta una experiencia profunda y regresa al pueblo como un hombre. La formación siempre empieza en la casa, pero el viaje siempre implica una despedida y un viaje misterio pero importante. Pensemos en Telémaco en La Odisea de Homero, Simba en la película “El Rey León,” o el joven en la última escena de la película “Australia.”

Lo que nos puede costar trabajo en pensar en el amor de ágape es que el viaje hacía este amor, además de implicar una salida de la casa, puede implicar una crítica, o por lo menos una nueva vista, de mis propias tradiciones. El filósofo danés Søren Kierkegaard (1813-1855), se preguntaba a si mismo si realmente era cristiano, y otros pueden preguntarse también si son católicos o protestantes auténticos, o hegelianos o kantianos auténticos. Pueden responder afirmativamente, que lo son, y puede ser cierto. Pero, ¿qué pasa cuando responden afirmativamente mientras están equivocados? En este caso utilizan el lenguaje de la tradición sin ser consciente de las maneras en las cuales no es un genuino cristiano, católico, budista, hegeliano o kantiano. Así que no está consciente de la diferencia, sigue con el lenguaje de la tradición, pero ahora la apropiación de su significado no ha sido auténtica, y resulta en una deformidad o devalúo de ese lenguaje. Y esta devaluación puede ocurrir en una escala amplia, dando la inautenticidad de una tradición.

“All you need is love”? Sí, pero el amor implica una cultura de la crítica honesta y constructiva, y no es fácil criticar a nuestras familias, a otras instituciones o a nuestras tradiciones. Así mismo, no es fácil aceptar la posibilidad de que lo que quiero decir con las palabras “amor” o “Dios” puede ser devaluado o corrupto, y esto puede ser a pesar de habernos apropiado auténticamente de los valores de nuestras tradiciones. En todo esto vemos la soledad, el hecho de que “estoy leyendo el libro de mí mismo” (expresión de James Joyce) y que este libro es único.

“All you need is love”? Sí, pero para conocer el amor necesitamos buscar gurús, sabios y sabias, héroes, santos y los iniciados. En la tradición Maya, por ejemplo, existe el “hombre eco,” quien ha vivido y experimentado mucho, ha escuchado mucho, y es capaz de contar los grandes mitos a los jóvenes y ayudarles situar sus aflicciones y tribulaciones en un contexto amplio; es decir, un contexto histórico-mitológico. En la tradición de los Winnebagos, que es un tribu indio americano, ven la progresión del héroe en un ciclo: los Trickster tiene la mentalidad de un niño, y pueden ser crueles, cínicos; los Hare son los fundadores de la cultura que corrige las ansias instintivas e infantiles de los Trickster; los Red Horn superan pruebas y vencen gigantes por medio de la astucia o de la fuerza; y los Twins están separados, pero forman una sola persona con dos lados –la carne es dulce y sin iniciativa, mientras que el tronco es dinámico y rebelde. En la tradición católica existen los santos como Thérèse de Lisieux, quien, en su autobiografía L'histoire d'une âme (“La historia de un alma”), el bestseller religioso del siglo XX, revela un amor raro, seguramente neurótico si aplicamos los estándares de la normalidad que nos proporcionan nuestra cultura “light.”

“All you need is love”? Sí, pero debemos admitir que tan difícil es amar en nuestro tiempo, en el cual enfrentamos la tentación de cuantificar el amor, tal vez preguntando, como el Rey Lear a su hija Cordelia: “¿Cuánto me amas?” Sabemos la historia: cuando ella, a diferencia de sus dos hermanas, no le contestó a su papa, él se metió en una búsqueda dolorosa, acompañado por un bufón, y al final se humilló y pidió a su hija perdón. No tengo hijos, pero me imagino que se requiere un gran esfuerzo decir: “Ella no es yo, y no es mía. Haré todo lo posible para criarla, formarla y educarla, arrepintiéndome frecuentemente, estimando al bufón aunque las instituciones en mi sociedad no lo hacen, y esperando que al final ella se vaya volando, hasta que me supere.”

*Publicado en MundoTEC #10, marzo 2009.

Modernidad y Posmodernidad

¿Vivimos en la “modernidad” o en la “posmodernidad”? En el latín clásico, la palabra modo significaba “simplemente” o “justo”, y modernitas significa “el día presente.” Aquellas personas que vivieron en la última parte del Siglo V, usaban la palabra modernus para distinguir al presente, oficialmente cristiano, del pasado romano. Las personas del Siglo XII también se consideraban modernas, del mismo modo que en la Francia del Siglo XVII. (Véanse Jürgen Habermas, “Modernity versus Postmodernity.” The New German Critique, no. 22, invierno 1981, 3-14). Si la palabra “moderno” implica la connotación de la conciencia del presente sobre algo que actualmente se percibe como pasado, entonces, en cualquier momento dado, la “modernidad” es una designación posible para el pasado, el presente, e incluso para un periodo futuro.

Hay razones para identificar un movimiento fuera de lo pre-moderno, la cultura clásica (“modernidad anterior”) dentro de la era moderna (“modernidad posterior”). Si uno por “modernidad” quiere decir cosas como aceptar la Revolución Copernicano, escribir y enseñar en lenguajes modernos, utilizar tecnologías modernas, entonces tal vez estamos viviendo en un mundo moderno.

Del mismo modo, hay razones para afirmar que nos hemos movido más allá de la “premodernidad” y la “modernidad” hacia la “postmodernidad”. Si lo que uno quiere significar por “postmodernidad” se refiere a la crisis que marcó el comienzo de nuestro inexorable mundo plural, por medio del fin de las meta-narrativas de conocimiento especulativo ilimitado y de practicas emancipatorias ilimitadas –las grandes ilusiones de Hegel y Marx respectivamente- junto con la “crisis de legitimación” en la institución de la universidad que en el pasado recaía en la metafísica, entonces tal vez estamos viviendo en un mundo postmoderno (véase Jean-François Lyotard, The Postmodern Condition: A Report on Knowledge trans. by Geoff Bennington and Brian Massumi, Minneapolis: University of Minnesota Press, 1984).

Todavía, si a lo que nos referimos con “modernidad” se refiere a diferenciaciones de conciencia en la lingüística, literatura, sistemática, científica, erudita e introspectiva, así como de la transformación de los significados y de la transvaluación de los valores que los hacen posibles, entonces estamos viviendo en la “pre-modernidad” (véase Bernard Lonergan, "Dialectic of Authority," A Third Collection, edited by F.E. Crowe, New York: Paulist Press, 1985, 5-12).

“Si lo que queremos decir con…” ¿Qué quiero decir con quiero decir? ¿Qué está mediando mi significado?, mi significado (my me-ning) ¿Acaso soy perro correteando mi propia cola?

VIII Jornada Nacional de Investigadores en Educación y Valores

Morelia, Michoacán, 22-24 septiembre 2010

Vinieron investigadores y educadores de todas partes de la República. Me tocó exponer en la misma mesa con Susana Patiño (compañera en la Cátedra en Ética, Persona y Desarrollo Moral) y Loredana Montés (compañera en ITESM Campus Morelia). Susana expuso "Heteronomía y responsividad ética: Reflexiones para una educación en valores desde la interpretación del otro," basada en la ética de Levinas. Loredana expuso una analogía bien interesante entre dos procesos educativos axiológicos en "La Educación como Proceso Axiológico en la Edad Media."

Esbozo de mi ponencia “La paciencia histórica y la fantasía en la educación"

1. El Bicentenario. "¡Viva México!" y/o "¿Viva México?"

2. El querer saber en qué momento estamos viviendo y el auténtico reto a vivir en el cosmos real (en existencia desde hace aproximadamente 13.7 billones de años y por quien sabe cuántos miles, millones o billones de años más)

3. Un chispazo de Hegel: la objetivación del espíritu humano es la historia del ser humano, la suma del sentido común, las ciencias naturales y sociales, las religiones, los ordenes sociales y los logros culturales, también la historia de la estupidez, los vicios, ideologías, odios, aberraciones, decadencia, etc. Con respecto a esta historia, es enteramente posible que "apenas estamos a punto de comenzar" (Karl Jaspers, Origen y Meta de la Historia), estamos en construcción, y es muy probable que nuestra apropiación esté en su infancia. Qué seamos pacientes.

4. El sintonizarse con las melodías de la historia global. De algún modo, el maestro-investigador tiene que sintonizarse con las melodías de la historia global.

Un alcance hacia el misterio debe volverse el tono, entonado en presentación, en la facultad de contar historias. ¿Qué es lo que está sucediendo en nuestro pueblo, en nuestro mundo? No lo sabemos, pero nos esforzamos para alcanzar el significado, y ese esfuerzo debe realizarse en la esperanza de un éxtasis" (Introducción al Pensamiento Crítico, capítulo 46, "La Historia Crítica").

viernes, 24 de septiembre de 2010

La filosofía después de la filosofía

El crítico americano Arthur C. Danto, en su ensayo “From Aesthetics to Art Criticism” (en su libro After the End of Art), afirma que la crítica del arte que fue desarrollado entre los siglos XIV y los principios del siglo XX, ya no sirve. En el mundo artístico post-Duchamp, que incluye “pop art,” arte conceptual, arte mural y arte ecléctico, la definición tradicional de “estética” no tiene mucho sentido. La crítica del arte se ha vuelto la crítica de la cultura, pero no existen criterios trascendentales: el sentido placentero de la estética de una crítica que tiene un “buen ojo” es sólo un caso, pero no el privilegiado.

En su ensayo “Modernism and the Critique of Pure Art: The Historical Vision of Clement Greenberg,” Danto se refiere a Heidegger y habla de una crisis en los conceptos básicos cuando ocurre un movimiento real en las ciencias. En su magnum opus Ser y Tiempo Heidegger escribe que hoy, entre todas las disciplinas, se nota una tendencia fresca de establecer la investigación en nuevos fundamentos, y Danto agrega que mientras el positivismo, el pragmatismo, y la fenomenología pretendían reconstruir la filosofía sobre bases sólidas, los filósofos postmodernistas (Rorty, Derrida) están marcados por el antifundamentalismo.

Existen filósofos que opinan que la filosofía ya se acabó, se murió, y si quieres hacer algo serio, debes seguir con estudios literarios o lenguas, pues la filosofía ya no merece atención. Estando de acuerdo en que hay una crisis en los conceptos básicos de la filosofía, preferiría hablar de “la filosofía después de la filosofía” en lugar de la muerte de la filosofía. Es decir, la definición tradicional ya no nos sirve, pero esto no quiere decir que debemos de dejar de hablar de “la filosofía.”

¿Qué es “la filosofía después de la filosofía”? Diría que es el reconocimiento que la “filosofía,” concebida como la búsqueda de un punto de partida único y “lógico,” ya no sirve. No sabemos qué hora es. Algunos quieren decir que vivimos en la postmodernidad, pero no confío mucho en los etiquetes “modernidad” y “postmodernidad,” pues es posible que estemos viviendo en una “pre-modernidad,” depende de cómo defino “modernidad,” y no existen definiciones privilegiadas (ver la entrada "Modernidad y Posmodernidad"). Por otro lado, diría que la filosofía después de la filosofía es el reconocimiento que los “filósofos puros,” que no se atreviesen a dialogar con los economistas, los historiadores de arte, los mercadotécnicos, los lingüísticos, y los matemáticos, entre otros, no pueden cuidar al pueblo. No son eficientes, pues sus estudios, pláticas y libros no tienen un impacto en la comunidad. De una manera, ellos están pensando en “el Ser en sí,” o “el Bien en sí,” mientras los que sufren son individuales con problemas concretos. Un amante de la sabiduría (philo-sofía) es alguien que realmente quiere poner sus ideas en acción, pero él o ella es paciente, y se embarcará en una búsqueda comprensiva y total, orientada a una visión integral y humanística.

Colaboración en Vancouver


Universidad de British Columbia, Vancouver, Canadá, 5-9 de julio 2010.
The 2010 Vancouver Lonergan Conference was held at the University of British Columbia from July 5th to July 9th. Twenty-five participants were in attendance from various countries and backgrounds. Morning lectures were provided by Philip McShane on economics and the eight Functional Specialties. The lectures, and the questions they generated, moved patiently through areas of economics, theology, physics, and functional specialization in an attempt to initiate a mood of the need to reach together as beginners towards the challenges to be met to implement an adequate metaphysics in education.


Un maestro de Zen y un novato

El Gran Chingón

Según Octavio Paz, el gran chingón es aquella persona cerrada que utiliza su poder cínico para hacer violencia sobre otra persona abierta e impotente en una “dialéctica de ‘lo cerrado’ y ‘lo abierto’” (85). En este escenario, la vida se vuelve en una posibilidad de chingar o ser chingada, y uno de los valores importantes, si no lo más importante, es la hombría. “Yo soy tu padre” quiere decir “eres un hijo de la Chingada,” y de allí nace “el servilismo ante los poderosos… una de las deplorables consecuencias de esta situación. Otra, no menos degradante, es la adhesión a las personas y no a los principios; se confunden negocios públicos con privados” (86-87).


¿Qué hacemos para superar “la dialéctica de ‘lo cerrado’ y ‘lo abierto’” y acercarnos a la integralidad? Para empezar, podemos intentar abrirnos al exterior, al extraño y al pasado. A lo mejor los demás (“ellos” ) dirán que son los malinchistas chingados que se abren al exterior, al extraño y al pasado. Pero no es necesario escuchar a los demás. Paz dice que el poder aislado, sin relación con el exterior o el otro, “es la incomunicación pura, la soledad que se devora lo que toca” (90). Respondo: ¡Comunícate!


Esto suena fácil, pero no es. ¿Por qué no es? Además del absurdo que resulta de los vicios, la estupidez, y las aberraciones individual, grupal y general, la comunicación entre dos seres humanos es bien complicada. Uno de mis recuerdos más vívido del posgrado era un comentario del profesor en la materia “Teología como hermenéutica.” Un alumno le había preguntado si era justo pedir a una alumna japonesa que aprendiera griego, hebreo, y dos idiomas modernos antes de recibir su doctorado. La respuesta del profesor: “A veces es difícil para mí platicar con mi esposa en inglés.”

Fue este mismo profesor F. Lawrence que nos expuso la “Revolución Hermenéutica” y nos hizo leer obras de M. Heidegger, H-G Gadamer y E. Voegelin. En un la introducción de un ensayo suyo, “Language as Horizon?” (“¿El lenguaje como horizonte?”), Lawrence nota que nunca experimentamos una percepción pura porque nuestra percepción ocurre dentro de una estructura-como (“as-structure” en inglés, “Als-Struktur” en alemán). Por un lado nuestras palabras están dentro de un mundo (“Sachlichkeit der Sprache” en alemán), y por otro lado nuestro mundo está dentro de un idioma (“Sprachlichkeit der Welt”). No existe un mundo real “ya afuera allí ahora” y no hay garantía de que vivamos en el mismo mundo. Es posible qué, en las palabras de Tenessee Williams, “We are all sentenced to solitary confinement inside our own skins, for life.”

¿Por qué estudiar humanidades y ciencias sociales?

¿Para qué sirve andar por un camino humanisto? La respuesta breve es que una formación humanista sirve como un “psico-logo-terapia” individual y social. Ahora, te puedo imaginar reaccionando así: “Por favor James, ¿qué carajos es esto?” Por supuesto no puedo y no voy a intentar explicarte claramente. No estoy en contra de las definiciones, las explicaciones y la claridad, pero sí estoy en contra del aprendizaje rápido y fácil. Dice Camus: “Se tarda diez años en llegar a una idea verdaderamente propia – una idea de la que se pueda hablar.” ¿Qué me puede pasa en esos diez años? Podría experimentar un desplazamiento o perder mi religión; podría darme cuenta de lo poco que realmente entiendo.

Aun así, no se requiere una licenciatura o maestría para ver que no vivimos en el paraíso y que muchas instituciones hoy en día no nos invitan a crecer como seres humanos. Existen aberraciones dramáticas, individuales, grupales y generales (Lonergan) que nos impiden probar la vida abundante. Sin la "facultad de la cultura" (Ortega y Gasset), la situación social puede deteriorarse de una manera acumulativa, se proclama la irrelevancia de la inteligencia y la cultura en el nombre de “ser realista y pragmático,” y la misma facultad de la cultura se encierra en una torre de marfil. Según Enrique Rojas el “hombre light” está “relativamente bien informado, pero con escasa educación humana, muy entregado al pragmatismo” e inclinado a una actitud de “que más da” con actividades constantes y ‘divertidas.’"

¿Para que sirve andar por este camino? La tarea de buscar respuestas a los problemas concretos en el mundo – que sean la carencia de agua potable, la quiebra de industrias automovilísticas o la evolución de nuevas adicciones y la propagación de las viejas – no es una tarea para todos. Arnold Toynbee, en su obra A Study of History, dice que el flujo de nueva ideas, o nuevas chispazos, surge en una minoridad creativa. Sólo con el tiempo, pueden las ideas de esta minoridad ganar el respeto de la mayoridad. La minoría creativa es un conjunto de pensadores, investigadores, historiadores, intérpretes, y dialécticos capaces de “pensar al nivel de la historia.” Es un manifiesto poco común el retirarse de los aspectos prácticos para sanarlos. A lo mejor el ejemplo de Marx es el más claro: una persona dedicada a estudiar, leer y escribir, pero cuyos esfuerzos tuvieron un impacto histórico innegable.

¿Qué nombre debemos poner a aquella mujer con la vocación de participar en la minoría creativa, y capaz de hablar de la significación de “el dinero,” “la libertad,” la historia del “chingón,” y “la bioquímica del amor” después de haber contemplado mucho y por muchos años? ¿Una anciana? ¿Una sabia? ¿Una spoudaios? “Me he convertido de nuevo en algo que no tiene nombre: ni filósofo, ni sociólogo, ni científico, ni escritor. No quepo en rúbrica alguna, en ningún compartimiento.”(Edgar Morin)

Eduación Humanista

Presentación del libro Educación Humanista, por Martín López Calva. En la foto: Enrique Luengo González, Martín López Calva, James Gerard Duffy, Jesús Vergara Aceves S.J. en el ITESO, Guadalajara, 13 de marzo de 2010.

Martín López-Calva, en su libro Educación Humanística, señala hacia dimensiones las cuales forman parte de una educación transformada, transformante, liberadora e integrante. El gran valor de su obra se encuentra en la manera en la cual nos ayuda a plantear de nuevo preguntas fundamentales acerca de la educación -- ¿Por qué es necesaria una transformación en la educación? ¿En qué consistiría esta transformación? ¿Cuáles cambios personales, institucionales y sociales se requieren para implementar dicha transformación? ¿Qué les hace falta a las filosofías del sujeto humano, del conocimiento y de la ética que predominan en las estructuras y visiones de las instituciones educativas? Nos ofrece respuestas basadas en una comprensión e interpretación personal de la obra de dos “maestros de la reflexión humana,” Edgar Morin y Bernard Lonergan.

La complejidad de concebir un humanismo verdaderamente transformado y transformante es bien difícil; la complejidad de implementarlo es casi una “misión imposible,” y se requerirá una paciencia histórica. Martín tiene el don y la vocación de imaginar una educación verdaderamente transformada y transformando en su complejidad. Su libro señala hacia un asenso; señala cambios oportunos y necesarios en nuestra vida académica y más allá. La implementación de su visión depende de nosotros, de que hagamos cambios modestos dentro del aula según los intereses, habilidades, pasiones y dones de cada quien.