¿Acaso es cierto que el amor es el todo? La pregunta me recuerda la canción “All you need is love” de los Beatles, además algunas otras canciones: “She Loves You,” “All My Loving,” “And I Love Her,” “Can’t Buy Me Love” y “Love Me Do.” ¿Cantaban los Beatles acerca de ágape? Esta es una pregunta interesante, pero no voy a intentar contestarla, sino más bien ofrecer una reflexión sobre el significado del amor ágape y el perdonar, su rol en el cristianismo y otras religiones mundiales, y el por qué es difícil amar con el amor de ágape.
C.S. Lewis, el autor de The Four Loves, distingue el amor de ágape (“caritas” en latín) de otros tres amores – philia, storge y eros. Philia (la amistad) es la escuela de la virtud y el más tranquil y racional de los amores. Con este amor, dos amigos dan la bienvenida a una tercera, y luego las tres dan la bienvenida a una cuarta. Con este amor, “¿Me amas?” significa “¿Ves el mismo mundo, sientes lo mismo, posees las mismas cosas?” Con el amor de storge (la afección), hay satisfacción sólo con estar juntos. Es el amor entre una madre y su bebe; entre hermanos que comparten tanta experiencias e intereses. Puede existir entre un par improbable, por ejemplo entre una joven lista y movida y el abuelo de una amiga. En el amor de eros, existe una preocupación del amando por el amado. Un síntoma de eros es que el amante prefería estar con el amado y miserable que estar sin el amado y contento. Eros no dura toda la vida, y cuando la luna de miel termina, tenemos que trabajar para mantener eros porque él no está presente.
Según Lewis, los tres amores pueden ser elevados en el amor de ágape, el amor que nos permite amar a los que parecen ser menos amables – ladrones, enemigos, locos, extraños, leprosos. Además, este amor (ágape) inculca en nosotros una aceptación de nuestra condición de ser dependientes y ser necesitados. Nos permite recibir el amor de otra persona cuando no creemos que nos lo merezcamos. De una manera, ágape trasciende los otros tres amores porque no es natural para una persona amar a otra de esa forma (por eso los teólogos lo llaman una “virtud sobrenatural”), y cualquier padre o madre que está esforzándose para amar a sus hijos de esta manera puede dar fe de que amar de esta manera requiere algo especial, algo extraordinario. ¿Qué es esto tan especial?
Dentro de la tradición cristiana un texto clásico que nos da una respuesta es la carta de Pablo a los Corintios donde dice que el amor (ágape) “es paciente y muestra comprensión… no tiene celos, no aparenta ni se envanece, no actúa con bajeza ni busca su propio interés, no se deja llevar por la ira y olvida lo malo…no se alegra de lo injusto, sino que se goza en la verdad. Perdura a pesar de todo, lo cree todo, lo espera todo y lo soporta todo.” (1 Corintios 13:4-7) Aquí vemos una descripción clara del extra que ágape nos pide. Por supuesto, perdurar a pesar de todo, creer todo, esperar todo y soportar todo no es nada fácil.
La relación entre ágape y el perdurar no es particular a la tradición cristiana. En su libro The History of Religions as a Preparation for the Co-operation of Religions, Friedrich Heiler identifica siete áreas de convergencia entre judaísmo, cristianismo, islam, hinduismo, budismo, taoísmo y zoroastrismo: (i) existe la realidad del trascendente, el otro, el divino; (ii) el divino, aunque trascendente, también es inmanente en los corazones de los seres humanos; (iii) el trascendente que es inmanente es lo más alto, la verdad, la bondad, la belleza; (iv) la realidad del transcendente es el amor, la misericordia, la compasión; (v) el camino al transcendente es sacrificar, disciplinarse, arrepentirse; (vi) este camino está relacionado íntimamente con el amor de sus propios, aun sus enemigos; (vii) el camino mejor hacia el transcendente es el amar.
Cuando el licenciado David Noel comentó acerca del contexto cultural opuesto a la cultura de la verdad, la comunicación, el perdonar y el amar (ágape), pensé en el artículo “El Hombre Light,” por Enrique Rojas, que leemos en la materia “Ética, persona y sociedad.” El perfil del hombre o la mujer “light” se describe por hedonismo, pragmatismo, un actitud de “todo vale,” “qué más da,” superficial, indiferente, permisivo y con un gran vacío. Rojas dice que nuestra cultura “light” es suave, ligera, carente de debates e inquietudes culturales, y nos dice que divertirse es igual a ser feliz. Por supuesto el amar no va a ser fácil para nosotros, hombres y mujeres “light.” Y, si somos honestos, la sexta y última etapa en la evolución del conocimiento moral de Kohlberg, en el cual la justificación última de mis acciones es su universalidad e incondicionalidad, asumidas personalmente no es fácil lograrse, y no se trata ya de obrar guiados por acuerdos responsablemente asumidos por una comunidad limitada. Lo difícil en el desarrollo del ser humano – que sea joven o mayor – es reconocer que la comunidad limitada puede ser la familia, las instituciones académicas, las instituciones religiosas, y/o el gobierno.
Tampoco, en nuestro tiempo pragmático, “racional,” y sumamente tecnológico, será fácil entender los rituales de la iniciación, comunes en sociedades de otros tiempos, en las cuales era un tío, un maestro, o un sabio los que asumían la responsabilidad de guiar el joven a través del desierto, donde el joven experimenta una experiencia profunda y regresa al pueblo como un hombre. La formación siempre empieza en la casa, pero el viaje siempre implica una despedida y un viaje misterio pero importante. Pensemos en Telémaco en La Odisea de Homero, Simba en la película “El Rey León,” o el joven en la última escena de la película “Australia.”
Lo que nos puede costar trabajo en pensar en el amor de ágape es que el viaje hacía este amor, además de implicar una salida de la casa, puede implicar una crítica, o por lo menos una nueva vista, de mis propias tradiciones. El filósofo danés Søren Kierkegaard (1813-1855), se preguntaba a si mismo si realmente era cristiano, y otros pueden preguntarse también si son católicos o protestantes auténticos, o hegelianos o kantianos auténticos. Pueden responder afirmativamente, que lo son, y puede ser cierto. Pero, ¿qué pasa cuando responden afirmativamente mientras están equivocados? En este caso utilizan el lenguaje de la tradición sin ser consciente de las maneras en las cuales no es un genuino cristiano, católico, budista, hegeliano o kantiano. Así que no está consciente de la diferencia, sigue con el lenguaje de la tradición, pero ahora la apropiación de su significado no ha sido auténtica, y resulta en una deformidad o devalúo de ese lenguaje. Y esta devaluación puede ocurrir en una escala amplia, dando la inautenticidad de una tradición.
“All you need is love”? Sí, pero el amor implica una cultura de la crítica honesta y constructiva, y no es fácil criticar a nuestras familias, a otras instituciones o a nuestras tradiciones. Así mismo, no es fácil aceptar la posibilidad de que lo que quiero decir con las palabras “amor” o “Dios” puede ser devaluado o corrupto, y esto puede ser a pesar de habernos apropiado auténticamente de los valores de nuestras tradiciones. En todo esto vemos la soledad, el hecho de que “estoy leyendo el libro de mí mismo” (expresión de James Joyce) y que este libro es único.
“All you need is love”? Sí, pero para conocer el amor necesitamos buscar gurús, sabios y sabias, héroes, santos y los iniciados. En la tradición Maya, por ejemplo, existe el “hombre eco,” quien ha vivido y experimentado mucho, ha escuchado mucho, y es capaz de contar los grandes mitos a los jóvenes y ayudarles situar sus aflicciones y tribulaciones en un contexto amplio; es decir, un contexto histórico-mitológico. En la tradición de los Winnebagos, que es un tribu indio americano, ven la progresión del héroe en un ciclo: los Trickster tiene la mentalidad de un niño, y pueden ser crueles, cínicos; los Hare son los fundadores de la cultura que corrige las ansias instintivas e infantiles de los Trickster; los Red Horn superan pruebas y vencen gigantes por medio de la astucia o de la fuerza; y los Twins están separados, pero forman una sola persona con dos lados –la carne es dulce y sin iniciativa, mientras que el tronco es dinámico y rebelde. En la tradición católica existen los santos como Thérèse de Lisieux, quien, en su autobiografía L'histoire d'une âme (“La historia de un alma”), el bestseller religioso del siglo XX, revela un amor raro, seguramente neurótico si aplicamos los estándares de la normalidad que nos proporcionan nuestra cultura “light.”
“All you need is love”? Sí, pero debemos admitir que tan difícil es amar en nuestro tiempo, en el cual enfrentamos la tentación de cuantificar el amor, tal vez preguntando, como el Rey Lear a su hija Cordelia: “¿Cuánto me amas?” Sabemos la historia: cuando ella, a diferencia de sus dos hermanas, no le contestó a su papa, él se metió en una búsqueda dolorosa, acompañado por un bufón, y al final se humilló y pidió a su hija perdón. No tengo hijos, pero me imagino que se requiere un gran esfuerzo decir: “Ella no es yo, y no es mía. Haré todo lo posible para criarla, formarla y educarla, arrepintiéndome frecuentemente, estimando al bufón aunque las instituciones en mi sociedad no lo hacen, y esperando que al final ella se vaya volando, hasta que me supere.”
*Publicado en MundoTEC #10, marzo 2009.
C.S. Lewis, el autor de The Four Loves, distingue el amor de ágape (“caritas” en latín) de otros tres amores – philia, storge y eros. Philia (la amistad) es la escuela de la virtud y el más tranquil y racional de los amores. Con este amor, dos amigos dan la bienvenida a una tercera, y luego las tres dan la bienvenida a una cuarta. Con este amor, “¿Me amas?” significa “¿Ves el mismo mundo, sientes lo mismo, posees las mismas cosas?” Con el amor de storge (la afección), hay satisfacción sólo con estar juntos. Es el amor entre una madre y su bebe; entre hermanos que comparten tanta experiencias e intereses. Puede existir entre un par improbable, por ejemplo entre una joven lista y movida y el abuelo de una amiga. En el amor de eros, existe una preocupación del amando por el amado. Un síntoma de eros es que el amante prefería estar con el amado y miserable que estar sin el amado y contento. Eros no dura toda la vida, y cuando la luna de miel termina, tenemos que trabajar para mantener eros porque él no está presente.
Según Lewis, los tres amores pueden ser elevados en el amor de ágape, el amor que nos permite amar a los que parecen ser menos amables – ladrones, enemigos, locos, extraños, leprosos. Además, este amor (ágape) inculca en nosotros una aceptación de nuestra condición de ser dependientes y ser necesitados. Nos permite recibir el amor de otra persona cuando no creemos que nos lo merezcamos. De una manera, ágape trasciende los otros tres amores porque no es natural para una persona amar a otra de esa forma (por eso los teólogos lo llaman una “virtud sobrenatural”), y cualquier padre o madre que está esforzándose para amar a sus hijos de esta manera puede dar fe de que amar de esta manera requiere algo especial, algo extraordinario. ¿Qué es esto tan especial?
Dentro de la tradición cristiana un texto clásico que nos da una respuesta es la carta de Pablo a los Corintios donde dice que el amor (ágape) “es paciente y muestra comprensión… no tiene celos, no aparenta ni se envanece, no actúa con bajeza ni busca su propio interés, no se deja llevar por la ira y olvida lo malo…no se alegra de lo injusto, sino que se goza en la verdad. Perdura a pesar de todo, lo cree todo, lo espera todo y lo soporta todo.” (1 Corintios 13:4-7) Aquí vemos una descripción clara del extra que ágape nos pide. Por supuesto, perdurar a pesar de todo, creer todo, esperar todo y soportar todo no es nada fácil.
La relación entre ágape y el perdurar no es particular a la tradición cristiana. En su libro The History of Religions as a Preparation for the Co-operation of Religions, Friedrich Heiler identifica siete áreas de convergencia entre judaísmo, cristianismo, islam, hinduismo, budismo, taoísmo y zoroastrismo: (i) existe la realidad del trascendente, el otro, el divino; (ii) el divino, aunque trascendente, también es inmanente en los corazones de los seres humanos; (iii) el trascendente que es inmanente es lo más alto, la verdad, la bondad, la belleza; (iv) la realidad del transcendente es el amor, la misericordia, la compasión; (v) el camino al transcendente es sacrificar, disciplinarse, arrepentirse; (vi) este camino está relacionado íntimamente con el amor de sus propios, aun sus enemigos; (vii) el camino mejor hacia el transcendente es el amar.
Cuando el licenciado David Noel comentó acerca del contexto cultural opuesto a la cultura de la verdad, la comunicación, el perdonar y el amar (ágape), pensé en el artículo “El Hombre Light,” por Enrique Rojas, que leemos en la materia “Ética, persona y sociedad.” El perfil del hombre o la mujer “light” se describe por hedonismo, pragmatismo, un actitud de “todo vale,” “qué más da,” superficial, indiferente, permisivo y con un gran vacío. Rojas dice que nuestra cultura “light” es suave, ligera, carente de debates e inquietudes culturales, y nos dice que divertirse es igual a ser feliz. Por supuesto el amar no va a ser fácil para nosotros, hombres y mujeres “light.” Y, si somos honestos, la sexta y última etapa en la evolución del conocimiento moral de Kohlberg, en el cual la justificación última de mis acciones es su universalidad e incondicionalidad, asumidas personalmente no es fácil lograrse, y no se trata ya de obrar guiados por acuerdos responsablemente asumidos por una comunidad limitada. Lo difícil en el desarrollo del ser humano – que sea joven o mayor – es reconocer que la comunidad limitada puede ser la familia, las instituciones académicas, las instituciones religiosas, y/o el gobierno.
Tampoco, en nuestro tiempo pragmático, “racional,” y sumamente tecnológico, será fácil entender los rituales de la iniciación, comunes en sociedades de otros tiempos, en las cuales era un tío, un maestro, o un sabio los que asumían la responsabilidad de guiar el joven a través del desierto, donde el joven experimenta una experiencia profunda y regresa al pueblo como un hombre. La formación siempre empieza en la casa, pero el viaje siempre implica una despedida y un viaje misterio pero importante. Pensemos en Telémaco en La Odisea de Homero, Simba en la película “El Rey León,” o el joven en la última escena de la película “Australia.”
Lo que nos puede costar trabajo en pensar en el amor de ágape es que el viaje hacía este amor, además de implicar una salida de la casa, puede implicar una crítica, o por lo menos una nueva vista, de mis propias tradiciones. El filósofo danés Søren Kierkegaard (1813-1855), se preguntaba a si mismo si realmente era cristiano, y otros pueden preguntarse también si son católicos o protestantes auténticos, o hegelianos o kantianos auténticos. Pueden responder afirmativamente, que lo son, y puede ser cierto. Pero, ¿qué pasa cuando responden afirmativamente mientras están equivocados? En este caso utilizan el lenguaje de la tradición sin ser consciente de las maneras en las cuales no es un genuino cristiano, católico, budista, hegeliano o kantiano. Así que no está consciente de la diferencia, sigue con el lenguaje de la tradición, pero ahora la apropiación de su significado no ha sido auténtica, y resulta en una deformidad o devalúo de ese lenguaje. Y esta devaluación puede ocurrir en una escala amplia, dando la inautenticidad de una tradición.
“All you need is love”? Sí, pero el amor implica una cultura de la crítica honesta y constructiva, y no es fácil criticar a nuestras familias, a otras instituciones o a nuestras tradiciones. Así mismo, no es fácil aceptar la posibilidad de que lo que quiero decir con las palabras “amor” o “Dios” puede ser devaluado o corrupto, y esto puede ser a pesar de habernos apropiado auténticamente de los valores de nuestras tradiciones. En todo esto vemos la soledad, el hecho de que “estoy leyendo el libro de mí mismo” (expresión de James Joyce) y que este libro es único.
“All you need is love”? Sí, pero para conocer el amor necesitamos buscar gurús, sabios y sabias, héroes, santos y los iniciados. En la tradición Maya, por ejemplo, existe el “hombre eco,” quien ha vivido y experimentado mucho, ha escuchado mucho, y es capaz de contar los grandes mitos a los jóvenes y ayudarles situar sus aflicciones y tribulaciones en un contexto amplio; es decir, un contexto histórico-mitológico. En la tradición de los Winnebagos, que es un tribu indio americano, ven la progresión del héroe en un ciclo: los Trickster tiene la mentalidad de un niño, y pueden ser crueles, cínicos; los Hare son los fundadores de la cultura que corrige las ansias instintivas e infantiles de los Trickster; los Red Horn superan pruebas y vencen gigantes por medio de la astucia o de la fuerza; y los Twins están separados, pero forman una sola persona con dos lados –la carne es dulce y sin iniciativa, mientras que el tronco es dinámico y rebelde. En la tradición católica existen los santos como Thérèse de Lisieux, quien, en su autobiografía L'histoire d'une âme (“La historia de un alma”), el bestseller religioso del siglo XX, revela un amor raro, seguramente neurótico si aplicamos los estándares de la normalidad que nos proporcionan nuestra cultura “light.”
“All you need is love”? Sí, pero debemos admitir que tan difícil es amar en nuestro tiempo, en el cual enfrentamos la tentación de cuantificar el amor, tal vez preguntando, como el Rey Lear a su hija Cordelia: “¿Cuánto me amas?” Sabemos la historia: cuando ella, a diferencia de sus dos hermanas, no le contestó a su papa, él se metió en una búsqueda dolorosa, acompañado por un bufón, y al final se humilló y pidió a su hija perdón. No tengo hijos, pero me imagino que se requiere un gran esfuerzo decir: “Ella no es yo, y no es mía. Haré todo lo posible para criarla, formarla y educarla, arrepintiéndome frecuentemente, estimando al bufón aunque las instituciones en mi sociedad no lo hacen, y esperando que al final ella se vaya volando, hasta que me supere.”
*Publicado en MundoTEC #10, marzo 2009.
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