jueves, 21 de octubre de 2010

La identidad mexicana, la fantasía y el éxtasis

Panel de Identidad Mexicana Miércoles 13 de octubre de 2010 Café del Olmo, Centro Histórico

La semana pasada tuvo lugar un evento interesante y oportuno, “Panel de Identidad Mexicana,” en el cual participaron el Dr. Eduardo Di Pierro, Director de la Facultad de filosofía de la UMSNH, Alonso Torres Aburto, Director de la Facultad de Historia de la UMSNH, y Joel Torres Sánchez, Delegado de Escritores en Lenguas Indígenas, A. C. (Premio Estatal de Libro de Cuento Xavier Vargas Pardo 2008 con el libro de cuentos-novela La ciudad tiene la culpa y el Premio Estatal de libro de narrativa Ópera Prima 20). Les comenté a los alumnos LHCS que a mí me había gustado el evento debido al lugar (un café en el centro de Morelia, el cual se me hace adecuado por este tipo de eventos), por la diversidad de aportaciones y por el intercambio de humanistas que estudian y realizan investigación en diferentes instituciones educativas.


¿La identidad mexicana? Igual que la pregunta sobre la identidad alemana, española o estadounidense, me parece que el tema es bastante complejo. Diría que no existe tal cosa como una identidad “gringa” justo como no existe “el inglés” como idioma. En la materia de ética leemos el ensayo “La identidad y sus relaciones con el desarrollo moral” (Susana Patiño, Ética actual y profesional, capítulo 4, México: Thomson, 2006), en el cual la autora se refiere a tres componentes básicos dentro de la formación de la identidad: (1) los referentes culturales, (2) los procesos educativos y de socialización, (3) la interpretación individual. En la formación de la identidad, están mezclados los tres: los valores, las creencias, las costumbres y los símbolos importantes que, en parte, constituyen una cultura, se transmiten a través de los procesos educativos y de socialización. Después de la “revolución hermenéutica” del siglo XX (Heidegger, Gadamer, et al.) se reconoce la omnipresencia de la interpretación (ver el último párrafo de “El Chingón” en este blog).

Desde luego en el panel se suscitaron comentarios sobre algunas figuras destacadas en la historia de México (Benito Juárez y Miguel Hidalgo) que se enseñan a los alumnos en la escuela, y en cuyo proceso se corre el riesgo de mitificarlos. También Joel Torres afirmó que la identidad mexicana vive en los pueblos y, en el caso de Michoacán, en cuatro lenguajes indígenas autóctonas: otomí, náhuatl, purépecha y mazahua. Hasta cierto punto, en la medida que se pierde un lenguaje, también se pierde la identidad.

Al final del panel la maestra Doreen Vorndran planteó una pregunta que me hizo pensar: ¿Es la preocupación acerca de la identidad nacional un tema expirado? Entiendo su postura, pues igual que ella, nací en otro país y radico ahora aquí, en Morelia. Sin embargo el asunto de mi identidad como gringo-mexicano (NB: tengo doble nacionalidad y utilizo “gringo” porque no existe palabra adecuada para identificar a las personas que nacieron en los EEUU. “Americanos,” “Norte Americanos,” y “Estadounidenses” somos todos nosotros mexicanos también) va más allá de la enseñanza de la historia de los EEUU, la historia de México, y las lenguajes regionales. Para mí es un asunto de fantasía y de éxtasis.

Sabemos que la memorización de datos fríos no es la manera más adecuada para apreciar cualquier historia. Sabemos que una obsesión con el pasado no nos ayuda a ir adelante. Mientras hay esfuerzos de investigación orientados hacia el pasado, la futurología como tipo de investigación, que preguntarse de una manera seria qué es lo que debe hacerse en un periodo medio o largo de tiempo, queda bastante subdesarrollada. Lo que nos hace falta es la fantasía de leer la historia mejor de lo que era y leer el presente mejor de lo que es. Sin la fantasía para “recordar el futuro,” no tenemos a dónde ir. Dice el filósofo y sociólogo alemán Herbert Marcuse (1898-1979) "Sin la fantasía, todo conocimiento filosófico es presa del presente o pasado y separado del futuro, que es el único nexo entre la filosofía y la historia real del ser humano." Como maestro es un reto básico cultivar una fantasía despierta y rica no solo para leer Hegel o Heidegger “mejor de lo que eran,” sino también para ver a mis alumnos no como son “ahora,” sino como serán en unos cinco o diez años. ¿No representa esto el mismo reto de los papás de ver y “leer” a sus hijos mejor de lo qué son, aún con toda la historia de pequeños problemitas? ¿Y de qué manera lees tu propia historia, mi querido lector?


La lectura de la historia personal, nacional o mundial requiere una fantasía casi imposible. De algún modo, el maestro (¡yo!) y sus alumnos humanistas, tienen que sintonizarse con las melodías de la historia global. El alcance hacia el misterio debe volverse nuestro tono al contar nuestras historias. ¿Qué es lo que está sucediendo en Morelia, en México, en el mundo? La verdad, no lo sabemos, pero debemos esforzarnos para entender, y este esfuerzo debe realizarse en la esperanza de un éxtasis. Quizá puedas apreciar mejor este punto si piensas en la experiencia de escribir y luego “visitar” lo que has escrito en un diario. ¿Qué es lo que estaba pasando en la boda de mi mejor amiga el año pasado? ¿Qué es lo que estaba pasando cuando me mudé a Morelia en julio de 2001? En aquel entonces no tenía ni idea...

Casi todo en nuestra cultura “light” y educación exprés se opone contra ese extático agrandamiento. Casi, pero no todo. En varias cartas para mis queridos alumnos, he intentado fantasear con María de los Ángeles, una mujer sabia que vivirá en Jesús del Monte en 2110. (Ver “¿Por qué estudio la economía?” es este blog.) No me considero una persona con una fantasía muy animada, pero voy poco a poco. Es posible que María sea una de las personas más importante de mi vida salvaje y preciosa.